El egoísmo infinito de la adolescencia
No hace tanto frío , sólo la brisa gélida. Por lo que no me apetece una cerveza. Un chocolate caliente, mejor. Sí, con leche de coco por favor.
Ella y yo platicamos de los niños, de lo inquietos que son, de la manera ideal de entretenerlos ” llévales un libro para colorear y te dejarán platicar a gusto” .
De un tiempo para acá prefiero escuchar, conocer a la gente antes de exponerme. Pase de la primera persona al fino arte de la contemplación. Me alegraba estar en un lugar tranquilo, poder hablar con una mujer sin demeritarla ni acusarla de frívola, como lo hubiera hecho una década antes. Bien dicen que los años no pasan en vano.
Nunca hablamos del sujeto al que yo había saludado efusivamente momentos antes, al que abracé tan fuerte y por tanto rato en compensación por los años sin vernos. Frente a sus amigos, frente a su esposa, azorado de mi presencia ahí.
” Me dijiste que te latía, yo no te creí porque casi no nos conocemos. Como olvidar esa frase : Ojalá murieras por mí , como sé que mueres por él . Y te respondí inmediatamente : ¿ qué, te gusto? Una verdadera idiotez que resultó en un : espero que después de esto nada cambié entre nosotros; pero las cosas sí cambiaron” 2005
( memoria encontrada en una hoja de papel reciclado)
Luego de leer esto, me trasladé a esa tarde otoñal en la que él y yo bebíamos cerveza instalados en una banqueta afuera de un lugar donde él iba a tocar. Tan camaradas, con la alegría de estar juntos departiendo y hablando de música, de los infortunios amorosos de ambos. Un chicle se pegó a mi tenis y fue el testigo mudo de ese encuentro. Luego él desapareció y volví a verlo ya instalado en el escenario, tocando su instrumento de melancólica naturaleza, pero que paradójicamente, entonaba ritmos festivos. De vez en cuando volteaba a verme mientras yo estaba de espaldas al escenario sin verlo, escuchando y platicando con un baterista de no mal ver, según logro recordar. Él terminó su turno y salimos, me abrazó por la cintura como momentos antes recargó su cabeza en mi hombro o rozara mi pierna de vez en vez. Yo no noté nada de extraño porque el contacto físico con los amigos cercanos nunca me ha parecido mal intencionado o que lleve una carga erótica a fortiori. Y en un segundo cambiaron las cosas, su barba de un día rozó mi mejilla mientras me despedía, sus manazas rodearon mi cintura de nuevo atrayéndome hacia él. Derivó en un beso largo y dulce, puede que hasta prohibido porque yo en ese entonces estaba enganchada de alguien más, de alguien que él conocía y que según el ” yo no le interesaba” .
Ahora puedo decir que pese a la carga moral que sentía lo disfruté, se ha convertido en una madalena deliciosa. Recordar como me condujo a su carro y sin esa prisa que llevan los tipos de su estirpe, me tomó por el cuello y la cintura besándome lentamente , sin tocar nada más ( un bonito detalle en comparación con los tipos que desconocen el foreplay) , tal vez porque él sabía que no era el lugar adecuado y que yo decía estar enamorada de alguien más. Desde luego no pasamos a algo más, además de lo dicho, porque yo no quería echar a perder nuestra relación de carnalísimos (¿? – ahora sé que en muchos casos esos encuentros las mejoran) y porque alguien llegó a interrumpir.
Había olvidado por completo sus palabras de esa tarde : Yo te haré olvidarlo, sé que tu no le interesas a él . Puede que hayan sido al calor del momento, puede que el cariño que nos tenemos le haya confundido , es algo que no sabré. El tiempo pone a cada quien en su lugar, nos permite crecer y soltar lo que no necesitamos y olvidar si es necesario. También nos permite reencontrarnos con quienes hemos sido felices y ser ” la morra que entró al lugar y empezó a agitar sus manos como para que volteara , y dime ¿ quién se va a emocionar de ver a un esquin viejo como yo? ”
Pues sí, me emocioné, lo abracé y me fui, dejándonos con nuestros mundos y nuestros ahoras. Y me fui caminando por Coss, encontrando el frío de frente.